El desarrollo de la personalidad como camino hacia la autonomía.
La personalidad es un
conjunto de pautas de pensamiento, percepción y comportamiento relativamente
fijas y estables. Representa un nivel superior de estructuración y organización
de determinados contenidos psicológicos y hace posible la interacción entre lo
cognitivo y lo afectivo. Existen numerosos estudios que afirman que la
personalidad empieza a formarse alrededor de los tres años, justo cuando los
niños/as se reconocen como seres diferentes e independientes (autoconciencia).
La personalidad en un
todo conformado por diferentes componentes. El temperamento, las experiencias y
el carácter van a influenciar de diversas formas en la personalidad individual
de casa niño/a.
El temperamento
es la forma que el individuo tiene de reaccionar ante el ambiente; este rasgo
es el que hace que cada persona sea única y diferente del resto. El
temperamento actúa como un todo, que a corto plazo mantiene estables sus
características, aunque a largo plazo, en la mayoría de la personas puede
modificarse por cambios biológicos o por las experiencias ambientales.
Dichas experiencias
tiene una característica peculiar ya que, toda experiencia tiene un factor
común y otro único. Común porque todas las personas de una cultura común
comparten unas costumbres, unas creencias y unos valores que hacen que su
comportamiento sea parecido. Y único porque la respuesta del individuo es
impredecible ya que nadie procesa las experiencias de la misma manera. El
conjunto de reacciones y habitos de comportamiento adquiridos durante la vida,
dan especificidad al modo de ser, es decir, forman el carácter. El carácter
está compuesto por todos los valores y todas las capacidades (emocionales y
sociales) que los niños van adquiriendo. Este proceso de carácter eminentemente
social se llama AFECTIVIDAD.
La AFECTIVIDAD tiene
un papel fundamental en la formación de la personalidad ya que supone la puesta
en práctica de la interrelación de todos los elementos de la personalidad. La
influencia de estímulos y de circunstancias externas, hacen que el infante vaya
madurando y modificando su temperamento y su carácter. Todo ello hace que nuestra
personalidad no se estanque, crezcamos como personas y se vaya modificando la
afectividad que recibimos y que damos. Es en este proceso tan específico dónde
los adultos ejercemos nuestro papel educador, donde ejercemos la máxima
influencia en los niños/as. El desarrollo social del infante depende fundamentalmente
de la interacción del niño con las personas de su entorno y es hacia ellas
hacia las que se vincula afectivamente.
Una de las teorías que
permite conceptualizar de manera clara la tendencia de los seres humanos a
establecer vínculos afectivos intensos con otras personas es la TEORIA DEL
APEGO.
El APEGO es un lazo
afectivo intenso, duradero, de carácter singular, que se establece entre dos
personas resultado de la interacción que los lleva a mantener proximidad y
contacto en el logro de consuelo, protección y seguridad; seguridad a partir de
la cual el niño explora el mundo. El apego no es innato, es el resultado de un
proceso. Existen dos tipos de apego: el seguro y el inseguro. El apego seguro
es aquel que permite una conducta exploratoria competente y activa por parte
del niño. El inseguro, provoca que el niño no tenga una base segura a partir de
la cual explorar.
Según Henri Wallow, la
construcción de la personalidad se realiza a través de una sucesión de estadios
que progresan desde el nivel más elemental hasta un nivel más elevado. La
personalidad va avanzando dependiendo de una serie de transformaciones que se
encuentran marcadas por crisis y conflictos, entre los previo ya aprendido y lo
nuevo; lo establecido y lo que está por adquirir. La manera de resolver las
tensiones de esta etapa, dará lugar a que la personalidad del niño se
estructure de una u otra forma. Las figuras de apego son las personas que más
influyen en la construcción de una autoimagen positiva. Si las personas de
mayor influencia se caracterizan por un alto nivel de autoestima, por ser
democráticos, firmes en el cumplimiento de las normas, al mismo tiempo que
cariñosos, entonces darán al niño las pautas necesarias para que se desarrolle
con una actitud positiva superando sus propios conflictos internos. Además, la teoría del aprendizaje por observación
de A. Bandura, postula que a través de la observación los niños aprenden que
acciones son permitidas, además de cuando y como deben realizarlas. De este
modo establecen las conductas normativas y desarrollan un comportamiento
afectivo y social. Es necesario ofrecer a los niños modelos adecuados de los
que obtengan consecuencias positivas y reforzar dichas conductas. Los adultos
de referencia se convierten en un marco para asimilar normas, por lo que son
uno de los modelos principales de aprendizaje de los niños/as. Formar niños con
personalidad propia es formar niños AUTÓNOMOS.
La AUTONOMÍA consiste
en un proceso, una evolución que se va construyendo poco a poco y que va a
continuar a lo largo de toda la vida. Los niños/as pasan de una dependencia
absoluta (1º año de vida) a poner en marcha recursos cognitivos, afectivos y
sociales para lograr su independencia y autonomía. En una evolución natural. El
adulto debe procurar hacer que el niño cumpla la norma establecida siendo
rígido pero manteniendo el afecto.
Es muy importante que en
casa exista un clima de seguridad afectiva que colabore en los logros que
debe ir alcanzando el niño. Igual de importante que los dos miembros adultos (si
los hay) de la unidad familiar deben mantenerse acorde en las instrucciones que
se dan a los niños para no crearles confusión en estos años tan importantes de su
formación como personas.
En la escuela, el maestro también pone en marcha
diversas estrategias metodológicas y organizativas para estimular la independencia
de los niños/as. Por tanto, es necesario que exista una colaboración estrecha
entre familia y escuela. El/la maestro/a debe conocer los criterios de las
familias para concretarlos a su grupo de alumnos, establecer una colaboración
bidireccional y aconsejar a los padres.
La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo (LOE) considera de gran importancia
la construcción de la personalidad enlos jóvenes, ya en el preámbulo dice: “La educación es el medio m´s adecuado para
construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su
propia identidad y configurar su comprensión de la realidad, integrando la
dimensión cognoscitiva, afectiva y axiológica”.
En el Capítulo I,
Artículo 12 se destaca que la finalidad de la Educación Infantil es “contribuir
al desarrollo físico, afectivo, social e intelectual de los niños. Además, el
artículo 13 subraya que esta etapa educativa contribuirá a desarrollar las
capacidades que les permitan:
a) Conocer su propio cuerpo y el de los otros, sus posibilidades
de acción y aprender a respetar las diferencias.
b)
Observar
y explorar su entrono familiar, natural y social.
c)
Adquirir
progresivamente autonomía en sus actividades habituales.
d) Desarrollar sus capacidades
afectivas.
El Real Decreto 1630 del 29 de Diciembre, define que una de las áreas de las
que nos debemos ocupar en la Educación Infantil es la del “conocimiento de sí
mismo y autonomía personal”. Debemos facilitar que los niños elaboren una
imagen positiva y equilibrada de sí mismos y adquieran una progresiva autonomía.
Por tanto, y para
finalizar, destacar que no se trata únicamente de de adquirir un autoconcepto,
la autoestima y autoimagen positiva y equilibrada, sino también que la
adquisición sea progresiva para poder seguir avanzando en el desarrollo de
forma armónica y global. Para conseguirlo, es necesaria la implicación comprometida
tanto de la familia como de la escuela.
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