dissabte, 2 de febrer del 2013

EDUQUEMOS PERSONAS, NO BORREGOS.


El desarrollo de la personalidad como camino hacia la autonomía.

 
La personalidad es un conjunto de pautas de pensamiento, percepción y comportamiento relativamente fijas y estables. Representa un nivel superior de estructuración y organización de determinados contenidos psicológicos y hace posible la interacción entre lo cognitivo y lo afectivo. Existen numerosos estudios que afirman que la personalidad empieza a formarse alrededor de los tres años, justo cuando los niños/as se reconocen como seres diferentes e independientes (autoconciencia).

 
La personalidad en un todo conformado por diferentes componentes. El temperamento, las experiencias y el carácter van a influenciar de diversas formas en la personalidad individual de casa niño/a.

 
El temperamento es la forma que el individuo tiene de reaccionar ante el ambiente; este rasgo es el que hace que cada persona sea única y diferente del resto. El temperamento actúa como un todo, que a corto plazo mantiene estables sus características, aunque a largo plazo, en la mayoría de la personas puede modificarse por cambios biológicos o por las experiencias ambientales.

Dichas experiencias tiene una característica peculiar ya que, toda experiencia tiene un factor común y otro único. Común porque todas las personas de una cultura común comparten unas costumbres, unas creencias y unos valores que hacen que su comportamiento sea parecido. Y único porque la respuesta del individuo es impredecible ya que nadie procesa las experiencias de la misma manera. El conjunto de reacciones y habitos de comportamiento adquiridos durante la vida, dan especificidad al modo de ser, es decir, forman el carácter. El carácter está compuesto por todos los valores y todas las capacidades (emocionales y sociales) que los niños van adquiriendo. Este proceso de carácter eminentemente social se llama AFECTIVIDAD.

 
La AFECTIVIDAD tiene un papel fundamental en la formación de la personalidad ya que supone la puesta en práctica de la interrelación de todos los elementos de la personalidad. La influencia de estímulos y de circunstancias externas, hacen que el infante vaya madurando y modificando su temperamento y su carácter. Todo ello hace que nuestra personalidad no se estanque, crezcamos como personas y se vaya modificando la afectividad que recibimos y que damos. Es en este proceso tan específico dónde los adultos ejercemos nuestro papel educador, donde ejercemos la máxima influencia en los niños/as. El desarrollo social del infante depende fundamentalmente de la interacción del niño con las personas de su entorno y es hacia ellas hacia las que se vincula afectivamente.

 
Una de las teorías que permite conceptualizar de manera clara la tendencia de los seres humanos a establecer vínculos afectivos intensos con otras personas es la TEORIA DEL APEGO.

 
El APEGO es un lazo afectivo intenso, duradero, de carácter singular, que se establece entre dos personas resultado de la interacción que los lleva a mantener proximidad y contacto en el logro de consuelo, protección y seguridad; seguridad a partir de la cual el niño explora el mundo. El apego no es innato, es el resultado de un proceso. Existen dos tipos de apego: el seguro y el inseguro. El apego seguro es aquel que permite una conducta exploratoria competente y activa por parte del niño. El inseguro, provoca que el niño no tenga una base segura a partir de la cual explorar.

 
Según Henri Wallow, la construcción de la personalidad se realiza a través de una sucesión de estadios que progresan desde el nivel más elemental hasta un nivel más elevado. La personalidad va avanzando dependiendo de una serie de transformaciones que se encuentran marcadas por crisis y conflictos, entre los previo ya aprendido y lo nuevo; lo establecido y lo que está por adquirir. La manera de resolver las tensiones de esta etapa, dará lugar a que la personalidad del niño se estructure de una u otra forma. Las figuras de apego son las personas que más influyen en la construcción de una autoimagen positiva. Si las personas de mayor influencia se caracterizan por un alto nivel de autoestima, por ser democráticos, firmes en el cumplimiento de las normas, al mismo tiempo que cariñosos, entonces darán al niño las pautas necesarias para que se desarrolle con una actitud positiva superando sus propios conflictos internos. Además, la teoría del aprendizaje por observación de A. Bandura, postula que a través de la observación los niños aprenden que acciones son permitidas, además de cuando y como deben realizarlas. De este modo establecen las conductas normativas y desarrollan un comportamiento afectivo y social. Es necesario ofrecer a los niños modelos adecuados de los que obtengan consecuencias positivas y reforzar dichas conductas. Los adultos de referencia se convierten en un marco para asimilar normas, por lo que son uno de los modelos principales de aprendizaje de los niños/as. Formar niños con personalidad propia es formar niños AUTÓNOMOS.

 
La AUTONOMÍA consiste en un proceso, una evolución que se va construyendo poco a poco y que va a continuar a lo largo de toda la vida. Los niños/as pasan de una dependencia absoluta (1º año de vida) a poner en marcha recursos cognitivos, afectivos y sociales para lograr su independencia y autonomía. En una evolución natural. El adulto debe procurar hacer que el niño cumpla la norma establecida siendo rígido pero manteniendo el afecto.

 
Es muy importante que en casa exista un clima de seguridad afectiva que colabore en los logros que debe ir alcanzando el niño. Igual de importante que los dos miembros adultos (si los hay) de la unidad familiar deben mantenerse acorde en las instrucciones que se dan a los niños para no crearles confusión en estos años tan importantes de su formación como personas.

 
En la escuela, el maestro también pone en marcha diversas estrategias metodológicas y organizativas para estimular la independencia de los niños/as. Por tanto, es necesario que exista una colaboración estrecha entre familia y escuela. El/la maestro/a debe conocer los criterios de las familias para concretarlos a su grupo de alumnos, establecer una colaboración bidireccional y aconsejar a los padres.

 
La Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo (LOE) considera de gran importancia la construcción de la personalidad enlos jóvenes, ya en el preámbulo dice: “La educación es el medio m´s adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, afectiva y axiológica”.

En el Capítulo I, Artículo 12 se destaca que la finalidad de la Educación Infantil es “contribuir al desarrollo físico, afectivo, social e intelectual de los niños. Además, el artículo 13 subraya que esta etapa educativa contribuirá a desarrollar las capacidades que les permitan:

a)       Conocer su propio cuerpo y el de los otros, sus posibilidades de acción y aprender a respetar las diferencias.

b)       Observar y explorar su entrono familiar, natural y social.

c)       Adquirir progresivamente autonomía en sus actividades habituales.

d)       Desarrollar sus capacidades afectivas.

 
El Real Decreto 1630 del 29 de Diciembre, define que una de las áreas de las que nos debemos ocupar en la Educación Infantil es la del “conocimiento de sí mismo y autonomía personal”. Debemos facilitar que los niños elaboren una imagen positiva y equilibrada de sí mismos y adquieran una progresiva autonomía.

 
Por tanto, y para finalizar, destacar que no se trata únicamente de de adquirir un autoconcepto, la autoestima y autoimagen positiva y equilibrada, sino también que la adquisición sea progresiva para poder seguir avanzando en el desarrollo de forma armónica y global. Para conseguirlo, es necesaria la implicación comprometida tanto de la familia como de la escuela.